Duela Caliente, El Último Baile.
Duela Caliente, El Último Baile.
Al margen que alguien sea o no sea aficionado al baloncesto o a cualquier deporte, el documental “Last Dance”, que aborda la carrera de Michael Jordan y los Bulls de Chicago de los años ochentas y noventas, debería ser de casi obligatoria vista, en virtud de que nos ilustra de manera concisa la manera en la cual un personaje logró encumbrarse, no sólo como uno de los atletas más trascendentes de la historia, sino como un fenómeno sociocultural a nivel mundial.
“Last Dance”, dirigido por el joven Jason Hehir, nos corrobora un hecho que
ya sabíamos y -bajo mi apreciación- no es materia de debate: Michael Jordan es el mejor basquetbolista de todos los tiempos. Más bien, con historias alternadas en distintos ciclos de tiempo, entrevistas emotivas y reveladoras del mismo Jordan y bastantes protagonistas de esa época, la miniserie de diez capítulos desentraña los porqués, las vicisitudes hacia el éxito y la materia del desarrollo hacia la grandeza de “his majesty”, desde sus inicios como estudiante hasta el punto más álgido de su trayectoria cuando los Bulls vencen en el juego seis de las finales de 1998 al desafortunado conjunto del Jazz de Utah.
Y como una novela épica, existen los villanos: Jerry Krause, el acomplejado y deplorable gerente general de la organización de aquellos años, quien es
retratado de esa forma principalmente por su postura a inicios de la
temporada ’97-’98, cuando la dinastía concluyó y se manifiesta como el
principal responsable. Los mártires o hasta “traidores”: Scottie Pippen (muy injustamente, Jordan lo acusa de “egoísta” por una postura muy particular de aquel, cuando éste sacrificó ser el “uno” para ser su escudero en el mejor momento de su carrera) y Horace Grant (supuesto responsable de “fuga de información, el “judas” en la última cena del “Black Jesus”). No podemos omitir al personaje controversial, incomprendido, imprescindible e irresistible: Dennis Rodman, extravagante por antonomasia . O bien, el “maestro”, figura que recae primordialmente en Phil Jackson (genial su participación: sobrio y objetivo).
Michael Jordan no brinda concesiones diplomáticas o formalismos en la
entrevista, misma que en la mayoría del tiempo acompaña con un vaso del
tequila quizá más caro del planeta. Sus comentarios son incendiarios,
soberbios, directos y honestos. “Aún odio a los Pistones de Detroit” -conjunto que en los ochentas fue su principal adversario y que lo castigara físicamente, tal vez como nadie- menciona con un dejo clarísimo de resentimiento y cerrando cualquier posibilidad de acercamiento amigable con Isaiah Thomas, quien participa (en forma sorpresiva) en el documental.
También, algunos ex compañeros lo acusan de “tirano” y desconsiderado, a lo que Jordan responde: “este es quien yo soy, yo te hago ganar”, en apariencia sin ánimos de conciliar, sin embargo, esos comentarios parecieron sensibilizarlo más que incluso recordar la muerte de su padre. Por primera vez en la entrevista, vemos al “Cristo Negro” romper en llanto…pide tiempo fuera.
La hoguera de las vanidades también levanta la mano en el transcurso del
documental. Aunque casi todo mundo se rinde ante la grandeza de Jordan,
no todos lo hacen de manera tan servil. Charles Barkley, un ilustre ególatra compulsivo, narra su experiencia en las finales de 1993, cuando su equipo, los Suns de Phoenix, sucumbieron ante los Bulls de M.J.: ”… por primera vez, fui testigo de alguien mejor que yo…” asienta en su participación. Por su parte, Gary Payton, base de los Sonics de Seattle, respecto a las finales del ’96: “…si yo lo hubiera marcado personal desde el juego uno, lo hubiera cansado, como lo hice en los partidos cuatro y cinco”. Ante dichos comentarios, Michael Jordan soltó tan sonora carcajada, con mensaje de desprecio implícito , que de seguro, esa imagen, se convertirá en histórico “meme”. Reggie Miller, de los Pacers de Indiana, otro acérrimo rival, acerca de las finales de conferencia de 1998: “éramos mejor equipo, estoy seguro, los teníamos contra las cuerdas, pero ellos tenían el ADN de campeonato”.
“Last Dance” nos permite entrar en la cabeza de Jordan. Alguien que no
permitía que situaciones que no podía controlar invadieran su mente.
Escudado por una impresionante obsesión por ser el mejor, por ganar sobre
todas las cosas. El fin justifica los medios: cualquier detalle, por mínimo y hasta trivial que fuera, sería el propulsor para motivarse, convirtiéndose en algo personal. Su determinación y disciplina fueron únicas en su género.
Logramos constatar otro de sus grandes y más importantes logros: el manejo de la fama y fortuna absoluta. Porque Michael Jordan traspasó la barrera del atleta afroamericano común y corriente, para convertirse en una institución universal. Imaginen a un mortal con los anillos de Thanos que no muere o se vuelve un lunático.
Sin duda revolucionó la NBA y el baloncesto internacional, de hecho, después de su salida, a pesar de que la citada NBA logró mayor cobertura mundial e incluso se globalizaría aún más, el deporte ráfaga perdió ese furor, esa chispa, que ni Kobe Bryant (q.d.e.p.), ni LeBron James, principales exponentes en los últimos veinte años, han recuperado.
A final de cuentas, la filosofía adquirida por el “black power”, se transmuta en crítica social: cuando el “establishment” buscaba algo polémico y controversial hacia su persona, en especial con el tema de las apuestas, al respecto, Jordan reflexiona: “La gente te encumbra, te lleva y empuja hacia arriba, sólo para posteriormente verte caer”. También nos hace favor de disipar dudas y especulaciones del pasado. ¿Hubiera ganado seis títulos sin Scottie Pippen? Claro que no… ¿Hubieran ganado el séptimo campeonato si se mantuviera aquella formación del ’98 intacta, otro año? ¡Por supuesto que sí! Aun así, con seis trofeos Larry O’Brien, los Bulls de Chicago de la década de los noventa, son la más relevante, trascendente y dominante dinastía del deporte y de todos los tiempos.
Una gran enseñanza de la emblemática y clásica cinta “El Padrino”, son las
palabras de Vito y Michael Corleone: “No es personal, son solo negocios” (en relación al asesinato de Santino, su hijo y hermano, respectivamente).
En el mundo de Michael Jordan, esta regla de oro no funcionaría, inclusive de seguro se daría el lujo de transformarla en algo así: “El negocio es el
resultado del esfuerzo y la dedicación, todo lo demás….es personal”.