El buzo que quedó como “Popeye” continúa en búsqueda de ayuda para su rara condición
Alejandro Ramos, a quien apodan “Willy” buceaba en alta mar para conseguir mejillones en Puerto Viejo de Pisco, Perú, con un colega y su hijo cuando un enorme carguero cortó su manguera de aire.
“Willy ” no tuvo otra opción que nadar rápidamente a la superficie, sin embargo el no poder esperar por una descompresión lenta (que todo buzo debe someterse), por lo que burbujas de nitrógeno se alojaron de forma permanente en sus pecho y brazos.
Tras cuatro años de este desafortunado hecho, el buzo no ha podido regresar a su condición habitual y ha tenido dolorosas secuelas por los dolores articulares que lo acechan diariamente, por lo que continúa buscando ayuda para su rara condición, única en el mundo.
Ramos, de 57 años, ganó 30 kg después del accidente de pesca, a lo que se había dedicado toda su vida y profesión con la que mantenía a su familia, sus cuatros hijos y sus hermanas, sin embargo por su condición actual, que le imposibilita moverse, no ha podido regresar a trabajar y ha visto mermados sus recursos económicos.
“No me morí, pero me hinché”, dijo Ramos al diario local Perú 21. También se conoce como narcosis de nitrógeno y le ocurre a los buzos cuando llegan a profundidades mayores a los 15 metros y ascienden con rapidez.
Ramos Martínez tenía entonces 51 años (hoy tiene 55). Al principio, sintió pequeños malestares, pero no les tomó importancia. “Al final, el nitrógeno se fue acumulando en mi cuerpo y empezaron a verse los resultados”, aseguró.
Su espalda se deformó, sus hombros y sus pechos también. Hoy su apariencia es como la de esos físico-culturistas que se inyectan aceite y terminan inflados. “Pensaba que iba a explotar”, agregó.
Vive con su hermana, quien le ayuda con lo que puede. Antes de dormir, se toma dos naproxenos para aliviar los dolores de su cuerpo. La intoxicación con nitrógeno y los cambios bruscos de presión derivaron en otras dolencias como hipertensión y una lesión en la cadera.
Ramos encontró su condición profundamente embarazosa al principio y no pudo soportar salir de la casa por temor a ser ridiculizado, varios de sus amigos dejaron de hablarle y se burlaban de él.
Pero lo que terminó de hundirlo fue la llamada telefónica de una antigua novia: “Oye, te he visto en el hospital. ¡Estás horroroso, cómo quedaste! ¡Pasu macho! ¡Qué pena!”.
“Todo se paga, todo da vueltas”, comenta el mariscador, que, décadas atrás, tenía planeado casarse con ella… Hasta que decidió dejarla por otra joven, relató el marinero a BBC Mundo.
“Estará contenta de que yo ahora esté así…”, suelta con más resignación que tristeza.
La mujer había visto fotos suyas en el pasillo del Hospital San Juan de Dios de Pisco, que las había expuesto para explicar qué era la enfermedad descompresiva. Según Willy, sin su permiso.
Aquella conversación deprimió tanto al mariscador, que dejó de salir a la calle.
“Durante tres años he recibido llamadas de varias personas: ‘Que estás hecho un monstruo, cómo te deformaste. Me entró una depresión… Que la gente te ponga calificativos y te vea con lástima… Pasaron ideas por mi cabeza…”, expresó.
Willy dijo que sigue deprimiéndose constantemente por su deformidad, pero que agradece estar vivo.
“Me deprimí mucho, estuve cerca de suicidarme. Un día compré veneno para ratas y mi hijo dijo: ‘¿Papá te gustaría morir como una rata?”, ¿Después de todo lo que he pasado?'”, aseguró.
La hermana de Willy, Mary, agregó: ‘La gente pregunta, los niños también. Suben cuando está sentado y lo tocan cuando está sentado y le agarran los hombros hinchados. Se ríen y dicen “mira, es Popeye”.
“Por la forma en que está ahora, no debería estar vivo. Pero al menos ten la satisfacción de que está aquí conmigo”, declaró su hermana al documental de TLC.
En busca de una cura
Alejandro ha buscado alternativas que ayuden a su problema en su natal Perú, durante los últimos dos años, visitó a los médicos de la Sociedad Peruana de Medicina Hiperbárica, en Pisco.
Según explicó el doctor del Hospital San Juan de Dios de Pisco, Miguel Alarcón, también especialista en cirugía hiperbárica, el cuerpo de Alejandro produjo tanto nitrógeno al ascender de las profundidades que, fuera de todo pronóstico, no murió: en cambio este elemento se introdujo en sus músculos y se alojó en bolsas que no se pueden extraer porque están adheridas a su carne. Su caso, según su experiencia, es único.
Por eso, Alejandro Ramos Martínez pide ayuda. Según el médico, necesita al menos 100 sesiones de cámara hiperbárica para desintoxicar la sangre y eliminar las burbujas de nitrógeno.
Cada sesión le toma una hora. Para acabar con su problema, necesita operarse. Pero para costearlo todo requiere cerca de 100.000 dólares. Esta suma de dinero es impensable para un buzo artesanal. Si bien la operación es riesgosa, no implica más peligro que el de continuar viviendo en su actual condición.
De igual forma se encuentra buscando ayuda a médicos de Alemania para que puedan evaluar su peculiar caso .
El buzo tiene fuerte dolores y camina con dificultad por una lesión a la cadera, por lo que necesita una prótesis urgente de ésta. Cualquier persona que desee ayudar a Alejandro Ramos Martínez lo puede hacer a través de la cuenta 47038359152070 del Banco de Crédito del Perú (BCP) Para recibir ayuda. También se le puede contactar mediante el siguiente número de teléfono: 944 409 627.